martes, 18 de julio de 2006

Rescate en la tormenta

















Rescate en la tormenta










Hay momentos en los que te preguntas
si algunos países merecen otra cosa que lo que tienen. Me hacía pensar
de nuevo en ello hace unos días mi amigo Ramón Boga, gallego de
infantería y a mucha honra, vigués por más señas, para quien, como para
mí, el mar es algo más que un sitio a cuya orilla tumbarse a tomar el
sol en verano. Venía la cosa al hilo de la coincidencia, en el tiempo y
en los medios informativos, de dos sucesos tratados de muy diferente
modo: los prolegómenos del mundial de fútbol y el abandono por sus
tripulantes del velero Movistar durante la regata Volvo Ocean Race;
episodio dramático al que -lo digo con la satisfacción de escribir
aquí- XLSemanal fue uno de los pocos medios españoles que prestó la
atención adecuada, dedicándole portada y extenso reportaje.


No era para menos. En el mar del Norte, en plena
borrasca, con una vía de agua y la quilla en malas condiciones, las
bombas de achique trabajando, el Movistar navegaba desde hacía quince
horas en conserva con otro velero, el Abn Anro II; que tras enterarse
de la avería de su compañero se mantenía a la vista, navegando en
paralelo, por si era necesario rescatar a la tripulación del barco
español. El dramatismo de la situación se extremaba por un detalle
terrible: el Abn Anro II, el velero auxiliador, acababa de perder a uno
de sus tripulantes, arrebatado por un golpe de mar, y rescatado el
cuerpo -pese a la dificultad de un rescate en esas condiciones- cuando
ya estaba muerto. Y ese cuerpo se encontraba envuelto en un saco de
dormir y trincado en la bodega. Imagínense, por tanto, el estado de
ánimo de los tripulantes de ambos veleros, en la inmensa soledad del
mar, cuando los faxes meteorológicos empezaron a dar las previsiones
del tiempo para las siguientes veinticuatro horas: vientos de 40 nudos
con picos de 50 y olas de 11 metros. Una tormenta que, sin ser
perfecta, tendría su puntito.

Siguiente episodio: aprovechando que los dos veleros
se encuentran en la relativa calma del ojo de la borrasca, el patrón
del Abn Anro II da un ultimátum al Movistar: «Tenemos que seguir
camino. Saltad a bordo porque tendremos que alejarnos». Y acto seguido,
gobernado de manera impecablemente marinera, mientras el Movistar
enciende su radiobaliza y queda a la deriva, el Abn Anro II ejecuta la
maniobra de aproximación -háganse idea de lo que significa eso en
condiciones difíciles y con mala mar-, hasta que los diez rescatados se
encuentran a bordo. Y una vez allí, diecinueve marinos y un cadáver
hacinados en un barco con capacidad para diez tripulantes, con el fax
escupiendo partes meteorológicos que ponen los pelos de punta, el
patrón del Abn Anro II les dice a los del Movistar que no se preocupen
de las maniobras, que son invitados, que él y sus tripulantes
gobernarán solos el barco cumpliendo con las reglas. Y así, finalmente,
los del Movistar y el cadáver son recogidos más tarde por una lancha de
rescate y llevados a tierra firme, el Abn Anro II llega a Portsmouth,
finalizando la etapa, y el abandonado Movistar queda atrás, en la
borrasca, sin que su radiobaliza emita ya señal alguna.


Y es aquí donde mi amigo me mira a los ojos y suelta
unas cuantas preguntas: ¿Por qué, mientras esto ocurría, todos los
telediarios de todas las cadenas españolas abrían con el mundial de
fútbol y con la apasionante cuestión de si Raúl estaría con ganas o no?
¿Sabe este país con miles de kilómetros de costa lo que es un barco,
con vela o sin ella? ¿Sabe qué es una tormenta con vientos de cincuenta
nudos? ¿Sabe que en el mar trabajan miles de pescadores y marinos
españoles? ¿Sabe por qué singulares mecanismos de solidaridad dos
barcos navegan quince horas uno junto a otro, en pleno temporal? ¿Sabe
qué siente un marino despidiéndose de su barco desarbolado, a la deriva
o hundiéndose, antes de echarse al mar para -si tiene suerte- ser
rescatado? ¿Sabe qué hace al ver desaparecer a un compañero arrastrado
por una ola? ¿Sabe qué protocolos de emergencia se activan en tales
casos? ¿Sabe por qué un marino se estremece ante la idea de que su
barco pierda la orza? ¿Sabe lo grande y lo terrible que en situaciones
como ésa da de sí el corazón del ser humano?. Y una última pregunta,
que esta vez hago yo: ¿De verdad creen ustedes, y los que hacen los
periódicos y los telediarios, y la opinión pública de este país
imbécil, que los valores y enseñanzas extraíbles de cuanto acabo de
contar son comparables a un mundial de fútbol?

Arturin Perez Reverte



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